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Me gustan las Navidades. Mucho. Desde siempre y, quizá, cada año más.
Y me gustan por razones de lo más variado: que soy una persona polilla y me voy para cualquier lucecita que me pongan por delante es algo innegable. Y que me gusta cocinar para las mías, y preparar regalos, adornar la casa y cantar villancicos tan mal que algún elfo habrá acabado con su vida después de escucharme.
Varias de las cosas que me gustan tanto de la Navidad, en este año de pandemia, no serán posible. Pero hay una que siempre está ahí y a la que no le afectan las restricciones sociosanitarias: las lecturas navideñas.
Por eso decidí que las próximas reseñas fueran de aquellos libros que me parecen imprescindibles para leer, releer o regalar a nuestros seres queridos, estos días.
Una de esas obras es “La juguetería mágica” de Angela Carter. ¿Es una novela de Navidad? No, y puede y debe ser leída en cualquier momento. Pero a mí siempre me apetece volver a los libros de cuentos, a la fantasía y a Dickens en estas fechas.
Y Angela Carter es muy dickensiana. Probablemente por su amplio bagaje literario, a lo largo de toda su obra encontramos numerosas referencias a autores clásicos de la literatura en lengua inglesa:
Chaucer, Shakespeare, Wordsworth, Coleridge, Blake, Keats y, también, el maravilloso Dickens
También es especialista en folclore, y recomiendo encarecidamente “Cuentos de Hadas”, donde Angela Carter no solo recoge cuentos del mundo entero, sino que los revisita con perspectiva de género y busca mostrar la maravillosa diversidad de arquetipos femeninos.
Pero volviendo a “La juguetería mágica”, casi opera prima de Carter y un debut por todo lo alto, encontramos una deliciosa pero inquietante historia con tintes góticos que será inspiración para autoras posteriores como Jeannette Winterson (hablaremos de ella más adelante). No esperen una juguetería mágica al estilo de la tienda de bromas de los hermanos Weasley. Hay una juguetería, en la que de hecho transcurre aproximadamente toda la novela, pero es mágica de un tipo diferente de magia. No es una novela amable, al contrario…es dura, oscura y llena de pasiones contenidas, cuando no directamente prohibidas.
Encontrarán en esta maravilla el despertar del cuerpo de una niña que se siente mujer, pero también el despertar a una vida muy distinta a la que estaba acostumbrada. Ya no solo ha cambiado su cuerpo, sino que cambiará su entorno, sus pensamientos y su forma de ver el mundo.
En la sordidez de un nuevo hogar encontrará, también, el despertar sexual y la constatación de que las cosas, en ocasiones, no son como las imaginamos. Y cómo la música puede ser un elemento transgresor prohibido en una atmósfera asfixiante, pero que llena de color unas páginas grises cuando se permite que suene la música irlandesa.
«El verano en que cumplió quince años, descubrió que era de carne y hueso». Así empieza esta fascinante historia en la que Melanie, la protagonista, y sus hermanos pequeños quedan huérfanos y deben irse a vivir a los suburbios de Londres con su extraño tío, su más extraña aún juguetería y su disfuncional familia de pelirrojos irlandeses. Ponto descubrirán que no solo es extraño, sino que se trata de un ser perverso cuyos planes no incluyen el bienestar de ninguno de los que les rodean.
Probablemente caigan enamorados de esta obra desde el principio, en una escena como de sueño irreal en el que Melanie trepa a un árbol vestida con el traje de novia de su madre. Y no podrán dejar de leerla. No intenten ubicar en el tiempo la historia: como las buenas novelas góticas, es un tiempo indefinido de estética victoriana pero lleno de elementos extemporáneos: en nuestro caso, quizá, lo más llamativo sea la presencia de aviones. Y no será, seguro, lo único que les desconcertará en su lectura.
Algo casi les puedo garantizar: después de terminar la novela, solo querrán que el mundo de Ángela Carter no se acabe nunca.

Sobre la autora:
Angela Olive Carter nació en Sussex, en 1940 y murió de cáncer en Londres, en 1992. Fue lingüista, guionista, novelista, traductora, periodista, escritora de literatura infantil, de ciencia ficción e incluso camarera en Tokio.
Pero, sobre todo y como dice la contraportada de la propia novela, recordemos de ella que «toda mujer que escriba hoy en día está en deuda con ella, la haya leído o no»

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