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“Por las carreteras” es una novela que imprime su ritmo en cada palabra, en cada página y cada capitulo corto. Porque son capítulos cortos para hacerte saborear cada pequeño viaje interior y exterior que nos cuenta y que hacen todos sus personajes aunque sea solo uno el que viaja físicamente, el autoestopista.

Una novela pausada, apetecible como cuando saboreas una buena copa de vino en cada trago o una buena comida en cada trozo.

Sus descripciones, tanto de los lugares como de las situaciones que en la trama se dan, te transportan al lugar y/o momento preciso. 

Sus protagonistas, el autoestopista, Marie, Sasha que es el narrador y protagonista, Agustín, el hijo del autoestopista y de Marie, son parte de un mundo aceptado y sobrevivido por cada uno de ellos, si aspavientos.

La carretera es el escenario que sin duda quita pero devuelve pasado, presente y futuro.

El autoestopista parece desde ella, colocar a el resto de personajes para su gran obra, colocándose él en una suerte de bosquejo difuminado que no sabe muy bien si quiere desaparecer o ser remarcado con un rotulador de punta mas gorda y no sabe respirar fuera de ese escenario.

El narrador, Sasha, parece dejarse colocar en cualquier lado, absorbido por su admiración por el arquitecto de dicha obra.

Marie, se cree agusto en su papel de simple veleta contra la que el viento arremete, en ocasiones, con demasiada violencia.

Agustín admira a su padre y a la vez a los acontecimientos, vengan de donde vengan, en este caso, si vienen de Sasha y su madre, los disfruta con ansias.

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