Si tuviera que definir qué clase de libro es éste último de Isabel Allende, muy probablemente diría que creo que desde que lo empecé he estado quedando a tomar café con Isabel en varias ocasiones en las que me ha ido contando cosas que ella quería contarnos de su vida porque sí, porque sentía la necesidad de sacarlas y echarlas a volar sin más artificios ni construcciones literarias, ni creación de personajes ni nada de nada…

Así me ha hecho sentir.

“Mujeres del alma mía” es como un muestrario, un catálogo de benditas culpables y responsables, como un compendio de tributos que el alma necesita hacer y no sabe muy bien cómo, por qué, en qué formato ni para quién. Pero la necesidad imperiosa gana y allá que salen en tropel. Isabel las ha ordenado de una manera fácil y las ha ido dejando salir como entre sorbo y sorbo de la taza de té.

“Mujeres del alma mía” habla de madres, de hijas, de hermanas, de amigas, de heroínas, de mentoras, de compañeras, de modelos, de inspiradoras y de algún que otro hombre que da una puntada aquí y allá, no por breves sus presencias en el libro menores sus influencias en la vida, eso sí.

“Mujeres del alma mía” nos cuenta en qué espejos nos miramos las feministas desde pequeñas a ancianas y qué nos devuelven esos espejos, qué nos provocan sus visiones, adónde nos llevan sus reflejos, cómo nos transforman sus miradas devueltas…

“Mujeres del alma mía” son la madre Panchita, la hija Paula, la agente Carmen, las escritoras Virginia, Margaret o Warso, la política Michelle o las artistas Las Tesis y Violeta. Todas ellas desfilan por el ensayo dibujando la silueta de la Allende que se declara “feminista desde el kindergarten”, perdidamente enamorada de las ganas de vivir, militante de la madurez disfrutada hasta las últimas consecuencias y de la vejez postergada hasta el día mismo del “hasta la próxima”.

“Mujeres del alma mía” es un ensayo de la memoria personal pero transferible, necesariamente transferible para la autora, vitalmente contagiable, poderosamente inspiradora, plácidamente acogedora y alegremente deseada.

Y provocadora de las ” mujeres del alma tuya” que empiezas a tejer nada más terminas de leerla…

¡Disfruten del café!

 

Gertru Vargas

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