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LAGARTIJA NICK

 

Antonio Arias sabe algo que el resto desconocemos.

No sé exactamente el qué. Sólo deja pistas en las letras de sus canciones. No es algo que me obsesione, ni me haga analizarlas para descubrir el código que me ayude al fin a  descifrar el mensaje. Simplemente me encuentro con esas frases a modo de slogans o leitmotiv que pueblan sus letras e intento incluirlas mentalmente en un contenedor de mi memoria etiquetado como “mensajes en Lagartija Nick”. Están todas ahí amontonadas, mezcladas, como una caja que contuviera las piezas de un puzzle que nunca terminaré y siquiera comenzaré. No es ninguna espina clavada, de esas que hacen que al pensar en ellas te provoque dolor o picor por no ser capaz de ponerlo en pie y darle sentido. Probablemente porque se que no estoy capacitado para ello. Habría que ser una suerte de moderno alquimista o quizás tener la fortuna de que aparezca esa piedra Rosetta que descifre la totalidad. Y eso puede venirme a mi de modo accidental, como una revelación de manera casual, pero lo dudo. 

Podría decir que se expresa a través de “qualia”  y solo el que vive la alquimia en propia carne lo puede entender. Porque esa es una de las características de un quale: es imposible aprehender ni aun teniendo toda la información física posible, porque se necesita la experimentación propia. Un debate mas propio de la filosofía de la mente y que a mi se me escapa… de momento.

 

Por supuesto no estoy intentando comparar la discografía de Arias con un corpus filosófico, pero si que se pueden rastrear en ella una llamada tanto a estar atentos a tener una necesaria respuesta ética ante la tecnología, como a seguir buscando en el espacio respuestas que desde la astronomía y otras ciencias exactas, y no tan exactas, puedan dar sentido al comportamiento humano… Y por supuesto también hablan sus letras de amor.

 

Como no podía ser de ora forma, sus letras y su sonido han evolucionado, los arrebatos de la juventud dan paso a unas composiciones mas sosegadas. Y sus descripciones de un mundo que vive en efervescencia sin un rumbo fijo, en lo que parece una huida hacia adelante, pasa a ser un cuadro mas fatalista, mas desolado. 

 

Si me hubiera criado desarrollando alguna pasión por la poesía, puede que todo esto me resultase calderilla, poca cosa. Cada uno llega a donde llega. Y la cultura que tengo me da para interesarme por un puñado de letristas. De ahí extraigo muchas de las ideas que, sin tener que llegar a compartir, si me llevan a otras ideas, a otros planteamientos. No solo describen con canciones sentimientos  o cuestiones que me rondaban por mi interior y son expuestas con unas composiciones inteligentes y porque no decirlo, brillantes. Me llevan a plantearme otras posibilidades, a dar un paso mas. Se abre un nuevo espacio que recorrer, aunque muchos de esos nuevos escenarios ya estaban en mi interior. 

Una de las cualidades de la cultura popular, y sobre todo en la música, es que sus obras son efímeras, de “usar y tirar”, está ideada para el consumo inmediato. Se queman rápidamente, dando paso a nuevas píldoras de pop. Si esto era así desde el principio, que decir de ahora. Desde el principio el single era el vehículo mas adecuado para transmitir esta urgencia  en el consumo: un par de temas grabados por un artista en un 7 pulgadas eran suficientes para dejar constancia del éxito de un artista. Si el formato álbum se impuso, era simplemente porque era difícil justificar el precio de un disco que contuviera dos o tres canciones a lo sumo. Así que por un poco más e incluyendo 8 o 9  composiciones más, aunque no estuvieran al mismo nivel, se podía justificar el precio. Hoy no es necesario. Descargamos u oímos en streaming desde alguna plataforma, canciones de un artista, sin que apenas sepamos a que disco pertenecen, se puede pagar por canción… A lo que iba, a pesar de que por supuesto dentro de un disco hay cortes mejores y peores, me interesan discos en su totalidad. Intento ver siempre una unidad, que sin tener que llegar a ser conceptual, si que tenga un nexo, una historia que une los temas. Normalmente suele ser así, ya que recogen composiciones escritas en un relativo corto espacio de tiempo, y reflejan el estado vital del letrista en ese momento. Pero intento ir mas allá. No solo me interesa que tal álbum sea un “disco de ruptura sentimental”, o este disco es “mas eléctrico” me gusta encontrar conexiones más profundas. Esto requiere tiempo, y para que ese tiempo empleado merezca la pena, debe tratarse de algo que haya impactado lo bastante, hasta casi hacerlo tuyo. Con Lagartija Nick cada disco tiene una identidad propia. No exclusiva, pero si lo envuelve una atmósfera determinada que se palpa en su escucha, a veces no a la primera. Claro, que también puede ser que no, y así evito cualquier atisbo de que mi presuntuosa propuesta fracase.

 

 Para intentar defender todo lo que he venido contando, voy a hacer alguna reseña de su discografía

No es Lagartija Nick uno de los grupos que haya escuchado más veces, pero si una de las bandas que más venero. 

 

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