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En el año 1996 ve la luz OMEGA.

Cuando se habla de disco experimental, debería ilustrarse con la portada de este trabajo. Pocos podrían haber hecho este disco con la dedicación, esmero y determinación que mostró Lagartija Nick a la hora de embarcarse en este proyecto, que va más allá de lo musical. Es un viaje en el tiempo, y en el espacio. Es algo que requiere mentes creativas, pero también de una comunión familiar. Una familia donde cada uno tiene su personalidad, sus manías, y ante lo cual hay que dejar a un lado los egos para admirar la obra del otro, con un respeto infinito y una admiración sincera. Un parto difícil, sabiendo de antemano las complicaciones con que venía la criatura. Y donde los contratiempos no terminan cuando nace, requiere de cuidados y mimos hasta que logra valerse por si mismo.

En el disco se alinean cuatro artistas de un preclaridad creativa que pocas veces he visto desde entonces para una obra común: Lorca, Cohen, Morente y Lagartija Nick.

Detrás hay, evidentemente, más. Muchos mas. Pero nombrando a estas 4 cabezas visibles podemos comprender la magnitud de la que se trata. Y de la responsabilidad que conlleva, porque no se trata de meter en una coctelera un número de ingredientes sin más. Se ponía sobre la mesa parte de la obra de uno de los poetas universales mas influyentes del siglo XX, cuyos poemas aunque tuvieran una base arraigada en la cultura popular y particularmete en el flamenco, no habían sido ideados para ser interpretados desde el cante jondo. Y mas impensable aun era verlos manipulados por un artefacto rock.

Se jugaba el prestigio Enrique Morente, una figura mayúscula en el flamenco, cuyo mundo es tan proclive a revisar, con aspereza incluso, todo aquello que se saliera de la ortodoxia, porque la verdad es que no todo vale. Y entiendo que desde la experimentación (fusionando, mezclando, añadiendo..) pueden salir resultados sorprendentes y emocionantes, pero también habría que colegir que no por ello tenga que necesariamente inscribirse bajo el título de Flamenco.

Como me matiza el colaborador de este espacio. en el mundo del flamenco. Juan Carlos Cubiles: “No solo hay ultraortodoxia en el flamenco, sino que también hay un sector muy abierto, sobre todo desde la aparición de La leyenda del tiempo de Camarón (por cierto con toques muy lorquianos esta obra). Este sector mira más allá del flamenco y no se escandaliza por que se fusione con otros estilos musicales, siempre y cuando estas fusiones sean tan excelentes como la de Morente o Camarón. Dentro de esta corriente, figuras como el periodista Alberto García Reyes, tienen la teoría de que el flamenco no es sólo un estilo musical, sino también una actitud. Así, por ejemplo, Lorca no es un poeta de letras flamencas, pero sí tiene actitud flamenca en su poesía. Este sector aplaude y reconoce la calidad de obras como Omega y le dan su sitio a la obra y al cantaor.”

En la distancia Leonard Cohen, el cantautor canadiense, podía verse envuelto en la reinterpretación y traducción de su obra, lo cual no es algo fácil de digerir para un artista, el que bajo el paraguas de Lorca (uno de sus grandes referentes) se aprovechara esta devoción para embarcarlo indirectamente en algo que no sabía muy bien como iba a terminar.

Y Lagartija Nick. Que aunque en teoría eran los que tenían menos que perder, y de hecho de ellos surgió la idea y el entusiasmo inicial, tuvieron que emplear mucho esfuerzo y tiempo en un proyecto que se alejaba de su idea, y donde los obstáculos y el peligro de convertirse en interminable, hacía mella en el grupo, deteriorándose las relaciones internas.

A pesar de que se sabía de la envergadura de la obra y tenía mi elogio, como simple espectador se me hacía difícil acercarme a éñ. El tabú del flamenco, mundo desconocido para mi, me llevaba a un nivel de respeto tal que me costaba imbuirme en el disco. No solo necesitaba tiempo para comprenderlo, necesitaba el momento justo. No podía obligarme a oírlo y tener la imperiosidad de que me gustara si o si. Poco a poco fui descubriendo sus temas: en recopilatorios, en tributos, versionados… hasta que realmente tuve necesidad de empaparme con todo el disco.

El espíritu de Lagartija Nick se inyecta en Omega. No en las letras, que evidentemente están extraídas de poemas y canciones de Lorca y Leonard Cohen, pero si en los arreglos, en las adaptaciones… en la electricidad. Si bien su peso inicial fue reducido en aras de buscar llegar a buen puerto, no obstinándose en cumplir los objetivos iniciales costara lo que costara. En algunos momentos tuvieron que dar un paso atrás, cuando un tema se enquistaba en los ensayos y no había forma de sacarlo adelante. Estaba por encima el proyecto en sí, que las ilusiones de cada uno.

El primer tema, que da nombre al disco, Omega, ya valdría por si solo para comprender y resumir el álbum. Es de hecho un disco dentro de un disco. Todo tiene sentido, a modo de una sinfonía donde se desarrollan los pasajes en una travesía onírica en la que se invocan a los viejos maestros, por medio de las palabras de Lorca, y estos acuden al final por medio de samplers de viejas grabaciones. Así lo veo yo, como el inicio del ritual. Mantiene el cuerpo y la mente de quien lo escucha en constante tensión, con pellizco, casi agarrotado… como los efectos de una presencia fantasmal.

Con Pequeño Vals vienés, se inicia la presencia de Cohen. Una estampa que me transporta al interior del ático de un viejo edificio señorial, convertido ahora en pequeño apartamento y que me coloca frente a una ventana a través de la cual puedo ver todo lo que pasa fuera en el invierno de la ciudad centroeuropea.

Si he comentado que este disco lo descubrí poco a poco, es tan así que la primera adaptación musical de El pastor bobo que oí, se la escuché a Los Enemigos en su versión que hicieron junto a otros músicos de poemas de Lorca en el 98, que la titularon “balad balad, caretas”. En este caso, en Omega, la adaptación es en clave flamenca en exclusiva. Me hubiera gustado saber si era la idea inicial. Escuchar esta pieza, con las imágenes que recrean la poesía de Federico García Lorca que aparentemente se alejan tanto de la temática habitual del flamenco, produce cierto desasosiego: Una pasión arrebatadora y casi visceral para envolver un contenido onírico y casi infantil. Por otra parte, hoy en día ya no puedo desligar contenido y continente.

A continuación llega Manhattan. Segunda adaptación en este disco de un tema de Leonard Cohen, en este caso de su “First we take Manhattan”. Al inicio con la batería se le van uniendo las guitarras eléctricas y españolas, el bajo, la voz de Morente, los coros, las palmas… al unísono en avance imparable. “Me amaste como perdedor/ y te da miedo que pueda vencer”. La letra alcanza una fuerza desgarradora tal, que ni los coros de Estrella Morente pueden aliviar su impacto devastador.

La aurora de Nueva York también me hace llorar. En clave de flamenco, no hay presencia de la tensión eléctrica de Lagartija Nick, pero creo que es el corte que a mas alto volumen he oido en el reproductor, como si subiendo el volumen pudiera mitigar y sofocar, ahogándolo, el dolor, la congoja que me produce el oirla. Después tengo que volver a bajar el volumen.

Para que pueda comprender el alcance de esta obra en el propio mundo del flamenco, Juan Carlos me ilustra con un ejemplo: las versiones que algunos importantes artistas actuales han hecho de temas del Omega (como la que hizo en directo de “La aurora de Nueva York” el reconocido cantaor Arcangel)

Voy directamente a otro de los temas en los que Lagartija Nick intervienen: Niña ahogada en el pozo. La batería me recrea una imagen de zapateado sin fin, y las guitarras los “jaleos”. Hay que tener en cuenta que en la representación en directo de esta obra, se incluía un cuerpo de baile, por lo que estos elementos como zapateao y jaleos tienen una gran importancia, no son solo un recurso, son un acompañamiento. Los versos de Lorca se atropellan en la voz de Enrique, con urgencia. Veo imagenes en blanco y negro, fotogramas de un film surrealista mudo, a la que le han puesto música y donde personajes de una España rural de principios del siglo XX, se mueven aprisa, primero desorientados, vagando, buscando. Y finalmente arracimados en torno a un pozo.

Vuelta de paseo. Comienza con la guitarra de Vicente amigo y al cante Morente hasta que éste declama “asesinao por el cielo!”. Ahí entra la banda al completo. Y la voz del cantaor granadino queda en otro plano, ni por encima ni por debajo de la instrumentación, en quejío puro. Si a estas alturas a alguien no se le ha erizado el alma, puede seguir con sus emocionantes quehaceres diarios

Aleluya, A pesar de ser un tema ya adaptado por otros artistas y estilos, incluso traducido al español (surfin´ bichos en el corazón), es de las composiciones que más me pasan desapercibidas cuando oigo el disco. Puede que el hecho de ser un tema tan conocido, no me sorprende como las otras adaptaciones.

Tras otras composiciones llevadas al terreno del flamenco, Omega se cierra con Ciudad sin sueño. Un final acorde al espíritu del mismo. Los versos del Lorca de Poeta en Nueva York son retorcidos, son llevados más allá. Con guitarras espaciales, casi planetarias, al toque. El tema entra en movimiento circular, una última irrupción de Morente ante la cual la música se pliega y permanece expectante, para posteriormente envolverlo de nuevo, sumiéndose en lo que podría ser el bullicio de la Gran Manzana.

He dejado fuera de estos comentarios las piezas donde no intervenían Lagartija Nick. No porque les otorgue menos importancia, simplemente porque me supera y deberían ser tratadas en profundidad.

Si no conocían a fondo este disco, y lo plasmado por mi no ha servido para que se acerquen a él, es que algo he hecho rematadamente mal. Y si ya lo conocían, vuelvan a él. Descubrirán, como yo, cosas nuevas.

Por último agradecer a Juan Carlos Cubiles, con quien tenemos la suerte de aprender y experimentar su pasión por el flamenco aquí en La-Dkira, el que me haya permitido ciertas libertades a la hora de intentar expresar mi visión de este género y que haya enriquecido el texto con sus aportaciones.

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