Lorena Franco es una joven revelación literaria que ha sacado a la luz 16 títulos desde que en 2016 publicara en Amazon su primera novela, La viajera del tiempo, convirtiéndose en una apabullante super ventas tanto en España como en EEUU y México. Traducidas sus novelas al inglés, al polaco, italiano o checo, con El último verano de Silvia Blanch da el salto a la editorial convencional de la mano de Planeta, y al género del thriller.

A pesar de esta prolífica, a la par que reciente y aun corta, carrera literaria, es la primera novela de Franco que cae en mis manos y de la que he tenido conocimiento. Llegó a mí en la biblioteca pública de mi localidad donde acudí buscando una lectura ligera, no demasiado sesuda, para aliviar y darme un respiro tras anteriores lecturas: leí la sinopsis y decidí que era justo lo que necesitaba para despejar la mente de arduas reflexiones y sumergirme en una lectura que me diera unos días de enganche y de disfrute medio banal. Acerté. Aunque solo a medias.

El último verano de Silvia Blanch es una novela vertiginosa en varios sentidos: por su trama, que vuela rauda hacia “un desenlace”,(el lector o lectora alcanza a elucubrar con muchos posibles o incluso se ve en la extraña posición de creer que sabe desde el primer momento cual será y apuesta por él para verse luego y en varias ocasiones, obligado u obligada a cambiar su elección con contrariedad), sin pararse en descripciones inútiles, superfluas o ni tan siquiera decorativas; por su lenguaje, básico, concreto, sencillo y del día a día; por la simpleza de rasgos de sus personajes, que quedan descritos en tres pinceladas, en ocasiones demasiado planas y por la estructura de sus capítulos, algunos de no más de 10 líneas en forma de diálogo.

Es una historia sencilla, típica podría decirse a estas alturas, de un thriller: chica que desaparece sin dejar rastro en un pequeño enclave rural  (en esta ocasión Montseny, Barcelona) donde todo el mundo se conoce, o cree conocerse, periodista que casi por casualidad es encargada de escribir sobre el caso (cerrado sin resolver) un año después y que queda atrapada en él y necesita resolverlo.

Lo que resulta es una montaña rusa de giros, tropiezos, vueltas al comienzo, disparos de cañón hacia nuevas hipótesis, mentirijillas o tremendas trampas para lectoras y lectores aficionados y acostumbradas al género, una narrativa endiabladamente rápida y desprovista de artificios y no más de dos o tres días de robarle minutos al día a día para que la novela te demuestre al final que todas, o casi, tus teorías son producto de tus ganas de hacer de detective y que igual, no se te da muy bien.

¿Están en un momento en que necesitan que les arrastren sin aliento donde quiera la autora? ¡Ésta es su próxima lectura!

Gertru Vargas

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